Querría ser pobre

MASADÁ

CÓMO ME gustaría ser pobre, pobre de necesidad: pobre; y que mis preocupaciones diarias fueran qué llevarme a la boca o dónde resguardarme para dormir. Cómo me gustaría que estas complicaciones, simples y candorosas, fueran las que llenaran mis días.

Mi vida sería mucho más plácida y apenas sufriría. Calculo que me sobra técnica y astucia para poder llegar saciado al final de la jornada, y para encontrar cobijo. No entiendo cómo a la gente no le gusta ser pobre, con lo agradable que resulta no tener más que inquietudes simples y realizables.

Ser rico es mucho más enrevesado. Cada hombre se complica la vida en la medida de sus posibilidades, y cuando vas teniendo cubiertas las necesidades básicas tu angustia se va volviendo más compleja y retorcida. Los asuntos que hoy me quitan el sueño son de una complejidad agobiante. Cómo me gustaría poder relajarme pensando en conseguir un plato de lentejas, o de verduras, o de pasta.

Ser rico es como ser inteligente. Todo el mundo quiere serlo porque socialmente se valora, pero sale mucho más a cuenta ser pobre e idiota, y que con poco sepas conformarte.

Yo soy el que mejor puede comprender la pasión por los bolsos de Gucci que siente Edurne Uriarte, que es mi misma pasión por los hoteles decorados por Jacques García. Si algún día desaparecieran el Costes o el Noma, todo mi mundo se vendría abajo. Qué confortable sería para Edurne y para mí poder vivir de acampar en Sol y de pensar si nos llega para jamón en dulce o tenemos que insistir en el chopped. ¿Por qué no lo decimos claramente, Edurne, ma semblable, ma soeur?

Me hubiese gustado vivir limitado a la estricta cacería diaria pero tuve siempre estas necesidades cubiertas, y todas las demás; y he sido marido y padre, y a mi mujer y a mi hija tampoco les ha faltado nunca nada, de modo que no he tenido más remedio que enfrentarme a fantasmas mucho más vaporosos e inciertos que cien gramos de queso fresco o medio kilo de calamares.

Aunque no sea de García, desde que el Ritz de París está cerrado por obras no acabo de levantar cabeza. ¿Qué será del Hemingway?

Alejado de los instintos lo elemental se vuelve liviano y poderme calmar el alma con un taco de mantequilla o una onza de carne es para mí una remotísima nostalgia.